Su tierra de origen es Francia y su nombre, Caniche, es una palabra que deriva de canard, que significa pato. Por tanto, perro de caza y más particularmente de patos, como lo testimonian tanto algunos cuadros del Renacimiento como, y sobre todo, las autorizadas afirmaciones del cinólogo francés Fouilloux que, en su "Tratado sobre la caza", habla justamente de este perro especialista en pantanos y terrenos lacustres. Sobre su ascendencia ahora se da como cierto que desciende del antiguo Barbet francés, perro originario del norte de Africa, donde aún hoy se le encuentra junto a los pueblos beréberes que lo utilizan indistintamente para la caza o como guardián de sus campamentos y sus animales. Desde el norte de Africa, el Barbet se difundió en Europa, pasando, sin embargo, antes por España y Portugal, dando vida al Cao de agua que tiene, en efecto, muchos puntos en común con el Caniche y al cual también se le rapaba el pelo de la parte posterior para facilitar sus movimientos en el agua. Definidos los orígenes de esta raza, volvemos a su historia. Los Caniches no sólo eran apreciados por sus cualidades naturales, que los convertían en óptimos perros de caza, sino también por su carácter afectuoso, su facilidad de aprender las cosas y por su inteligencia verdaderamente increíbles. Estas dotes llamaron de inmediato la atención de la nobleza francesa, entre cuyas familias se puso rápidamente de moda el exhibir sus Caniches en los salones no sólo para hacerlos admirar como animales de lujo, sino también para hacerles realizar piruetas y otras demostraciones, lo que más adelante los llevó a actuar en los circos. Estamos ahora en la mitad del siglo XVIII y, desde entonces hasta la caída del Imperio francés no existía familia de alto rango que no tuviera su Caniche. El propio rey Luis XVI poseía Caniches enanos, a los que tenía gran cariño (esto, entre otras cosas, representa también un punto de referencia para el nacimiento de esta variedad más pequeña que, precisamente, fue creada en aquel período). Los nobles franceses adornaron sus Caniches con joyas, cintas y moñas, convirtiéndolo en un perro exclusivo de salón y sacrificando de este modo sus excelentes cualidades venatorias. La decadencia progresiva de la nobleza en Francia influyó en la difusión en su país de origen; sin embargo, en ese momento, la popularidad de la raza era tan grande que no corría ya ningún peligro serio de extinción, pues se había difundido por todos los países europeos y en América del Norte. En Europa, particularmente Alemania, Suiza, Austria e Italia, siempre han tenido especial aceptación estos perros. En la actualidad, los Caniches son bien conocidos en todos los continentes y, a menudo, su inteligencia y su facilidad de aprendizaje los ha convertido en verdaderas "estrellas" del cine y del circo.